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A pesar de que parece ser una costumbre muy extendida el comparar un gato con un perro para ver cual es mejor, me atrevo a opinar que es una gran perdida de tiempo. Ambos animales son muy diferentes como para ponerlos en un nivel similar. No es al animal a quien debemos analizar, pero a nosotros mismos. Ambos tienen algo bello que ofrecer, ahora si nosotros lo consideraremos bello es otro asunto.
Hágase las siguientes preguntas:
· ¿Cuánto tiempo puedo dedicarle?
· ¿Soy una persona activa, o más bien tranquila?
· ¿Me gusta el ruido y el alboroto amistoso o prefiero el silencio y la calma?
Son solo tres preguntas que resultaran fundamentales en el momento de escoger. Un perro puede ofrecernos compañía en casa y en el parque, puede acompañarnos en las explosiones de entusiasmo cariñoso que no podemos desahogar en nuestros hijos o hermanos por miedo a aplastarles las costillas e incluso nos estamparan contra la pared cuando venimos cansados y desolados del trabajo. Un perro es, sobretodo, un gran compañero de actividad y fuertes emociones.
Si, por el contrario, busca algo un tanto mas moderado, probablemente necesite un felino. No se llenara de desolación y tristeza cuando usted pase gran cantidad de horas fuera de casa y cuando llegue le dará la bienvenida con un suave maullido y ronroneara de alegría cuando le acaricie el lomo. El gato, como el perro, siempre estará presto a una buena caricia y un delicado abrazo, pero sabe cuando debe ceder espacio al dueño cuando el perro, quizás, se desaliente y se aleje cabizbajo a echarse en un rincón con ojos tristes.
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